jueves, 3 de febrero de 2011

Castigo de los dioses


Como cada mañana me despertaron los pequeños rayos de luz que entraban por la entrada. Desde el día anterior tenía muchas ganas de seguir con mi aprendizaje para cazar mamuts, pero tenía unas punzadas en la zona del abdomen que nunca había sentido. Así que seguí en el suelo durmiendo hasta que vino mi maestro gritando:

-Tú! Qué hacer ahí!? Arriba! Arriba!-empujándome para levantarme.
-Gran dolor de barriga . No poder moverme -hice una mueca expresando mi dolor.
-Oh! Oh! Divinidades por qué! Tu hermano morir por eso, y tu tener los mismos dolores oooh.

Lo único que logró con aquellas palabras fue asustarme más, hasta el punto en que grité hasta caer agotado. Aquello se hacía siempre cuando se recriminaba algo a los dioses. Pero nunca escuchaban, se negaban a ayudarme, me tenían manía y por eso me habían castigado con aquel gran dolor que se había extendido hasta la zona del cuello.

Mi maestro me dijo que al día siguiente iba a curarme el curandero de nuestra tribu que estaba fuera ayudando a otra tribu. Dice que quieren aliarse con ellos, pues son muy fuertes.

Sólo pensar en la pinta tan siniestra que podría tener aquel curandero, hacía que se me pusiera la carne de gallina.

Pasé el resto del día dando vueltas por mi cueva con mi madre, la cual estaba asustadísima también,ya que, temía por mí. Cuando llegó la noche expulsé líquidos por la boca varias veces, pero aquel dolor no cesaba.

Al llegar la mañana apareció mi maestro y me llevó a rastras a la tienda del curandero, yo tenía mucho miedo, sólo era un niño de 9 años muy asustadizo. Cuando llegué allí estaba él delante de un pequeño recipiente redondo con fuego debajo, supongo que estaría hirviendo algo. En efecto, hervía plantas curativas, además mezcladas con una pócima secreta que me curaría, afirmó él. Cuando me la tomé se me removió todo el estómago porque tenía un sabor malísimo pero después se me pasó. No era tan aterrador como pensaba, incluso era agradable aquel curandero.

Volví a mi cueva y mi madre ya parecía más tranquila. Me acosté a dormir para ver si aquello hacía efecto y ya no me levanté hasta el día siguiente. Me encontraba mucho mejor, parecía ser que aquella pócima secreta surgió efecto. Esa mañana pude seguir con mi aprendizaje para cazar mamuts y estaba etupendamente.

1 comentario:

  1. Vaya, casi me he puesto yo enfermo con esos líquidos por la boca y todo, buaf! Muy bien Irene, sigue así.

    Un saludo.

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