domingo, 6 de febrero de 2011

Los Chamanes



Era un día oscuro y de tormenta, me desperté con un dolor muy agudo en el pecho, el suelo estaba más frio de lo normal, aunque notaba que mi cuerpo estaba caliente, ese día me sentia muy raro, cada vez me dolia más y más, hasta que ya no aguante más y empece a gritar, en seguida empezo a venir gente a la cueva.
Todos me preguntaban que era lo que me pasaba, pero no tenía fuerzas ni para hablar.Las gentes que estaban allí dijeron:
-¡Corred, avisad al chamán!
En unos minutos el chamán ya estaba allí, él era un hombre de estatura media con una máscara de madera del árbol mágico repleta de plumas de distintas aves de mayor a menor tamaño.También tenía el cuerpo repleto de unas pinturas abstractas muy extrañas, tenía en la cadera atado a una especie de cinto un craneo de vaca tambien pintado con pinturas rojas.
-¡Apartaos todos,iros de aquí!-dijo el chamán.
-¿Qué me pasa?-dije con las fuerzas que me quedaban.
-Los dioses te han castigado,¿no ves, el día que hace?, esto es un mal presagio, tenemos que hacer un sacrificio para ellos, sino seguirás agonizando, pero antes debes tomarte unas pócimas.Toma aquí la tienes, es una mezcla de sangre de murciélago, escamas de pescado y cola de lagarto. Tomatela
- ¡Agg!
-Ahora saldremos fuera para realizar el sacrificio.
El chamán me quito la manta de mamut que tenía encima, para ver la reacción de mi cuerpo ante la cólera de los dioses. El chamán se quedó alucinado cuando vio que desde la cintura hasta el pecho tenía una mancha negra que me cubría casi todo el cuerpo, en seguida cogió sus pinturas y empezo a dibujar en mi cuerpo dolorido unos dibujos parecidos a los que el tenia en su cuerpo mientras hablaba de una forma muy extraña.Cuando terminó llamo a otras personas para que entre todos me cogieran y me llevaran fuera de la cueva para que pudiesen realizar el sacrificio.
Cuando salimos seguía lloviendo, todo estaba oscuro, cerca de mi cueva, en una esplanada, habían hecho una hoguera y la habían tapado con unas telas para que no se apagara. Me pusieron justo al lado de la hoguera y trajeron al alcón del chamán. Todos se sentaron al rededor de mí invocando a los espíritus mientras las gotas de agua caían sobre mi pobre cara. El chamán cogió una piedra que había afilado él mismo y sacrificó al alcón. Entonces dejó de llover y salió el sol. El cielo se despejo y dejó de tronar, pero mi mal no cesó hasta que llegó mi fin.

1 comentario:

  1. Javi, me has dejado muerto. Has mantenido la tensión hasta casi el final, me he relajado y zas! Este final no me lo esperaba.
    Muy bien, sólo has de cuidar las tildes ¿vale?

    Un saludo.

    ResponderEliminar